VOLTIOS es una extraordinaria obra de investigación realizada por un grupo de periodistas, todos ellos alumnos de LEILA GUERRIERO, y publicada por la editorial Planeta.
Como la prestigiosa escritora, periodista y editora lo expresó el día de la presentación del libro, “dieciséis subjetividades” trabajaron en equipo durante más dos años a un ritmo vertiginoso, que no respetó fines de semana ni feriados. En un día tranquilo, por ejemplo, circulaban entre ellos no menos de 180 mails, ya que una de las consignas era que cada periodista estuviera al tanto de lo que hacían los demás. Atravesados por la grieta, existen disidencias políticas entre ellos, que también quedan reflejadas en el libro. Uno de los méritos de este trabajo es, precisamente, haber nacido a pesar de estas claras discrepancias.
VOLTIOS trata de responder por qué hay cortes de luz, quiénes son los responsables y qué hay detrás de la crisis energética argentina. Aparecen los testimonios de muchos de los que padecieron los apagones. Además se relatan los tremendos efectos colaterales, los inconvenientes y los accidentes cotidianos surgidos como consecuencia de los cortes de luz.
Cada periodista focaliza aspectos diferentes de esta problemática. PAULA BISTAGNINO me entrevistó para preguntarme qué efecto produce en el psiquismo la falta de luz en el ámbito urbano. Le hablé sobre un concepto de Donald Winnicott que David Maldavsky asoció a la energía eléctrica. Me enorgullece haber participado en esta obra tan valiosa.
Ampliación de lo mencionado en el texto:
El lenguaje estructura nuestra vida psíquica desde antes de nacer. Y, al revés, nuestro psiquismo se manifiesta a través de la palabra, que es uno de los puentes que nos vincula con el otro y también, con nosotros mismos. No es casual, entonces, que en nuestro idioma también aparezcan expresiones relacionadas con la LUZ que revelan su importancia en nuestro pensamiento cotidiano. Veamos algunas de ellas:
El concepto de “idea” se dibuja con una bombita de luz. Por eso, cuando digo que “se me prendió la lamparita” quiero decir que tuve una ocurrencia innovadora. Del mismo modo, cuando alguien afirma “me iluminé”, está diciendo que de golpe encontró una solución. “Sos la luz de mis ojos” significa “sos el amor de mi vida”. Si calificamos a alguien con la frase “es una luz”, estamos hablando de su extraordinaria inteligencia. Asimismo, designar a alguien como “un iluminado” o “brillante” es hacer alusión a su sabiduría. Por el contrario, “tener pocas luces” apunta a la falta de astucia. “Tener la luz verde” implica tener la aprobación para realizar una tarea. “Sacar a la luz” denota mostrar, poner algo de manifiesto. Cuando se publica un libro, se dice que “salió a la luz”.
“Focalizar” nace del la palabra “foco” que también se utiliza en óptica. “Dar a luz” es sinónimo de nacimiento. “Ver la luz”, hablar de “la luz al final del túnel” indican un encuentro con el más allá. La “clarividencia” apunta al contacto con lo paranormal. “Tener lucidez” está emparentado con la claridad mental. Y la “claridad”, así como los verbos “aclarar” “resplandecer” , tiene que ver con la luz también.
Cuando decimos “a la luz de los hechos” designamos fenómenos evidentes, y la palabra “evidencia” también está conectada con la palabra “ver”. “Veamos cómo nos va”, “verse en problemas”, “fulano era un visionario”, “ella tuvo una visión”, son manifestaciones ligadas a la presencia de la luz, imprescindible para poder ver.
Hoy es frecuente “mandar luz” en vez de decir “te deseo suerte”. Todas las frases concernientes a la buena o la mala “onda” incluyen el concepto de luz que se define precisamente como ondas electromagnéticas.
Muchos nombres propios evocan la luz: Luz, Lucía o Lucio, Lucero, Luciana o Luciano, Lucila, Candela, Candelaria ( “candle” en inglés significa “vela”), Cándido (que está relacionado con el brillo), Luna, Estrella, Sol, Clara, Aurora.
Históricamente el “Iluminismo” fue una corriente en la que se crearon las enciclopedias con el objetivo de reunir todo el conocimiento existente en un diccionario donde el orden alfabético permitiera un acceso directo y veloz.
La oscuridad en sí, curiosamente, no es algo malo, es más, resulta necesaria para dormir, por ejemplo; y es un alivio encontrar la sombra de un árbol cuando el sol es aplastante. Sin embargo, a nivel simbólico, la connotación asociada a la oscuridad siempre es negativa. Cuando mencionamos “las luces y las sombras de la vida” nos referimos a los momentos buenos y a los momentos malos de la existencia. “Estar a la sombra de alguien” es sinónimo de estar “opacado” por su presencia arrolladora.
No existen nombres propios que aludan a conceptos contrarios a la luz. Y cuando se dice que personas o sucesos son “oscuros” o “sombríos”, la calificación es “claramente” negativa.
Estas manifestaciones (que también se verifican en otros idiomas) reflejan la importancia que tiene la luz en general a nivel psicológico. El tema de la luz eléctrica en una ciudad no es más que una derivación de este fenómeno. Todos somos, en mayor o menor medida, electro-dependientes porque la luz eléctrica condiciona nuestra vida cotidiana mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. No es lo único factor fundamental, obviamente: sin agua tampoco podemos vivir. Sin embargo, para que esta acceda a los pisos altos de un edificio, por ejemplo, también dependemos de la luz eléctrica: por eso, cuando no hay luz, tampoco hay agua.
Un corte de luz cambia instantáneamente nuestro paradigma y nos sumerge en un estado de emergencia psicológica. Al principio cunde el caos: un corte de luz puede causar sentimientos de pánico, especialmente en personas mayores que viven solas, en mujeres embarazadas, en madres o padres con bebés o niños pequeños, en gente que está atravesando una enfermedad. En un segundo momento, pueden surgir (y es sano que así suceda) conductas solidarias organizadas para generar tareas de socorro y mutua ayuda. Esto implica una adaptación exitosa al nuevo paradigma.