Las señales de nuestro pasado ancestral
Uno de mis pacientes es un joven cineasta que hace terapia porque tiene dificultades para concluir situaciones, ya sea un trabajo o una relación.
En una de las sesiones me contó que su abuelo materno hizo un viaje a España para conocer el pueblo de sus ancestros. Allí, cada vez que mencionaba su apellido, los habitantes le hacían un gesto como si dibujaran un cuadrado en el aire: esto era porque el negocio de sus familiares fue, durante muchos años, una fábrica de marcos (para ventanas, espejos, etcétera). No eran marcos comunes, sino que estaban muy decorados y elaborados; es decir que, además de cumplir su función de delimitar un espacio, eran en sí mismos objetos artísticos.
Este comentario dicho al pasar me sirvió para conectar el trabajo de mi paciente, relacionado con las artes visuales, con el que hacían sus antepasados. A su vez, la simbología del marco como límite, conclusión o cierre, me permitió señalarle que de ese oficio familiar él tenía que sacar las fuerzas para concluir y cerrar sus propias situaciones. En ambos casos, lo importante no era el contenido: en el negocio de sus ancestros no importaba si el marco rodeaba un espejo, un cuadro o una ventana; en el caso de mi paciente, no importa si lo que tiene que “cerrar” es un cortometraje, un vínculo o sus estudios.
La metáfora del marco, vista desde una perspectiva psicogenealógica, funcionó como herramienta terapéutica.