En su vasta trayectoria, Hunsche trabajó con el doctor René Favaloro en el Sanatorio Güemes, y si bien el psicoanálisis fue su punto de partida, también ha incursionado en otras escuelas. En esta entrevista con Revista Oh! no sólo habla de los aspectos principales que contiene si no también sobre las patologías que padecen muchos argentinos en tiempos de pandemia.
-¿Pensás que a los argentinos nos hace falta ir más a terapia y no lo aceptamos? Lo digo por el título del libro.
Si bien Argentina es uno de los países en los que más se desarrolló la psicoterapia, siguen existiendo mitos y prejuicios en torno a la psicología que aún no estaban esclarecidos. Este libro nació precisamente de la inquietud de mis pacientes que me preguntaban qué podían leer sobre los diversos aspectos prácticos del tratamiento psicológico. Al buscar bibliografía, noté que en su mayor parte abarca temas teóricos, dirigidos a los profesionales o a estudiantes universitarios, pero no se concentra en aspectos prácticos y tiene, además, un lenguaje críptico. Existen, por otro lado, libros que se dedican a relatar casos clínicos de pacientes concretos, con lenguaje accesible, pero que no necesariamente reflejan las inquietudes generales, entre otros. Faltaba un enfoque novedoso que tome en cuenta el punto de vista del paciente al iniciar, transitar, terminar o retomar un tratamiento, incluyendo todos sus temores y cuestionamientos. A terapia ¿yo?, cuenta con un maravilloso prólogo de Diana Paris. El libro consta de 92 preguntas con respuestas sencillas y breves. Rosario Rivas Leal diseñó los carteles, los textos fueron editados por María Inés Linares y las ilustraciones estuvieron a cargo de Mariela Montoya. La propuesta es difundir la psicología desde el llano. Las preguntas más simples suelen ser también las más difíciles de contestar. La sencillez no es sinónimo de superficialidad: hablar de temas complejos con un abordaje accesible los enriquece y genera más interés.
– ¿Qué temas destacás teniendo en cuenta que son textos independientes?
Comienza cuestionando los mitos más básicos relacionados con el rechazo hacia la terapia: «Dicen que la terapia es solo para gente muy enferma», «dicen que los psicólogos deciden por uno», «dicen que los psicólogos provocan rupturas familiares», «creo que la amistad sustituye a la terapia», «creo que un desconocido no puede entenderme», «creo que me avergonzará contarle mis intimidades a un extraño». Luego se trabajan temas relacionados con la curiosidad «quiero saber qué es la psicopedagogía», «qué es el secreto profesional». Después llegamos al compromiso con la terapia: «¿cómo funciona la psicoterapia?», «¿cómo se interpretan los sueños?», «¿cómo se trabaja el pasado, el presente y el futuro en la terapia?», «¿cómo se trabaja con adolescentes, con adultos mayores, con parejas, con grupos en terapia?». Finalmente aparecen temas especiales como «¿qué pasa si mi terapeuta no me cae bien?», «¿qué pasa si tuve una mala experiencia terapéutica?» , «¿qué pasa si me cuesta retomar una terapia?», «¿puedo hablar sobre religión en terapia?», «¿puedo analizarme con un hombre o con una mujer?». Es una guía de orientación hacia la terapia que, además de ser un instrumento de sanación, fundamentalmente es un camino hacia el autoconocimiento. El libro es un disparador para animarse a estar mejor.
-En estos tiempos de pandemia (agravada), las personas manifiestan tener miedos e incertidumbre. ¿Cómo se pueden manejar?
En todos los momentos de la vida, es importante lo que nos pasa, pero más importante aún es lo que hacemos con eso que nos pasa. Los miedos inicialmente tienen una función, sirven para protegernos de una situación amenazante o para que reaccionemos eficazmente ante un peligro inminente. Sin embargo, si esos miedos se prolongan demasiado en el tiempo o si se profundizan, pueden ser paralizantes. Hay que tratar de encontrar una salida, sea como sea, no dejarnos bloquear por los miedos innecesarios. La terapia puede ayudarnos en ese proceso y también a tramitar temas relacionados con el enojo, con la frustración, con la impotencia y los sentimientos de fragilidad. En mi experiencia puedo decir que la gente que tiene más herramientas para afrontar esta situación es la que ya ha vivido una situación límite anterior, porque es la que sabe que se puede perder todo en un minuto, que todo lo que planeamos se puede desvanecer de la noche a la mañana, que se puede estar un día en la cima y, al día siguiente, abajo de la rueda. Las personas que ya tienen aprendida esa (penosa) lección, son las que generan nuevas respuestas. ¿Qué puede enseñarle la pandemia a una madre que ya perdió a su hijo, o a un hombre que vivió la guerra, o a un joven que tuvo secuelas irreversibles luego de un accidente? Esas personas encuentran en su interior los instrumentos para sobrellevar esta situación mejor que los demás. ¿Cuáles son esas herramientas? La paciencia, la aceptación, la templanza, la creatividad, la resiliencia, el humor, la empatía, la solidaridad, la conexión afectiva.
– ¿Pensás que quedarán secuelas psicológicas tras la pandemia, sobre todo en niños y adolescentes?
Esta situación está generando cambios (algunos temporarios y otros, definitivos) en todos nosotros. Y esto es a nivel mundial. Habrá secuelas pero eso también depende de cómo cada persona se posicione ante esta situación. Algunas posibles consecuencias son: el temor al contacto físico, la tendencia exagerada de implementar rituales de limpieza, una preocupación desmedida por nuestro estado de salud, un marcado aislamiento social y un refugio excesivo en el mundo virtual. Sin embargo esta no es la primera pandemia que vive la humanidad, y siempre hubo caminos de salida. Hay que validar el dolor que esta pandemia produce en todos nosotros y hacerla valer, convertir ese dolor en otra cosa: en arte, en acción, en ayuda al prójimo, en una apuesta a la vida.
– La terapia virtual que surgió en estos tiempos ¿es igual de efectiva que la presencial?
Sí, es igual de efectiva y tiene otras características. Algunas mejores y otras no tanto. Sí puedo decir que la terapia online es un cambio que vino para quedarse. Antes de la pandemia ya existía como segunda opción, cuando no se podía hacer presencial. En la terapia virtual el terapeuta ingresa en el hogar del paciente. Este puede desplazarse por la casa en plena sesión mientras habla y le muestra al terapeuta a sus hijos jugando, a sus mascotas durmiendo, le enseña renovaciones hogareñas o el crecimiento de sus plantas. A veces se hace difícil preservar la privacidad: hay pacientes que, para que no haya interrupciones, salen a caminar, se encierran en alguna habitación o se meten en el auto estacionado. Una ventaja es que una sesión individual puede convertirse, en pocos minutos, en una sesión de pareja o familiar, cosa que antes era mucho más complicado. La virtualidad también permitió que los terapeutas podamos atender a pacientes internados o aislados por el covid.
– Por tu experiencia en el consultorio, ¿la gente se pregunta por el futuro o aprende a vivir más el presente?
Toda situación límite nos sitúa ante nuestra vulnerabilidad, ante el desconocimiento, nos posiciona ante la finitud de la vida. Y eso nos lleva necesariamente a hacer una introspección. En esa revisión volvemos a elegir determinadas cosas y rechazamos otras. Los pacientes hacen un balance interno, se cuestionan los vínculos con su familia y sus amistades, se interpelan en relación al trabajo, a sus otras actividades. Y se dan cuenta de lo que es importante y de lo que es accesorio en su vida. Es por eso que ahora pueden finalizar situaciones que antes eran ambiguas. Hay un reordenamiento de la escala de valores, la gente reorganiza sus prioridades y trata de realizar las asignaturas pendientes de su vida. En ese sentido no se puede generalizar porque a cada persona la pandemia la atravesó de una manera diferente: mucha gente se ha reinventado y encontró un nuevo rumbo en su vida. Pero también están los que han tenido todo tipo de pérdidas, tanto por la muerte de seres queridos como por el cierre de sus negocios o por haberse quedado sin empleo. En esos casos aparece una regresión hacia el pasado, un duelo relacionado con todo lo que quedó atrás (en forma temporaria o definitiva) y una añoranza hacia lo perdido. Un capítulo aparte lo constituyen los médicos, enfermeros, camilleros y personal de limpieza, que son heroicos, tienen un nivel de stress tremendo. Su salud y vocación se ponen en juego a diario.
– ¿Hay más patologías vinculadas a la ansiedad debido a la situación actual?
Los problemas no resueltos previamente, se intensificaron con la pandemia. Este fenómeno siempre se da en situaciones extremas: lo preexistente se potencia. Los síntomas que aparecieron específicamente asociados a la situación actual son los siguientes: trastornos del sueño -dificultades para conciliarlo, descanso interrumpido, sensación de cansancio a pesar de haber dormido- ; un cambio en la percepción del tiempo (según nuestra subjetividad a veces el tiempo parece transcurrir más rápidamente y otras, en forma más lenta, la desorientación respecto del día de la semana debido a repetición de rutinas y confusión en relación a los horarios); hay miedo al Covid, al contagio y a contagiar a otros, la culpa del sobreviviente, el temor a la internación; la angustia por no poder despedirse de un ser querido; la ansiedad por el encierro; la tristeza por soledad; las angustias relacionadas con el la situación económica y laboral, la incertidumbre acerca del futuro; hubo aumento en la ingesta de alcohol y problemas de sobrepeso; el cansancio de la virtualidad. Sin embargo, insisto van a aparecer nuevos paradigmas que nos ayuden a salir adelante. Y no olvidemos lo que decía el Dr. René Favaloro: «el optimismo tiene efectos biológicos.»
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Articulo Original: https://www.diariodecuyo.com.ar/suplementos/A-terapia-yo-20210605-0094.html