El filósofo griego Aristóteles decía que todo ser es al mismo tiempo algo en acto y algo en potencia, y lo ejemplificaba afirmando que “la semilla es un árbol en potencia”. Esto significa que en la semilla está contenido lo que esta es hoy y lo que puede llegar a ser en el futuro (un árbol). De la misma manera, podemos decir que toda niña o mujer es una madre en potencia, porque puede llegar a serlo.
¿Por qué nos emociona la maternidad, tanto en la realidad como en su representación en las diversas ramas del arte como, por ejemplo, en la pintura, escultura y literatura? ¿Por qué todos nos conmovemos en el Día de la Madre? En parte es porque nos conectamos con nuestras experiencias como hijos. ¿Pero es solo por eso? ¿Qué simboliza ser madre? Una madre es la manifestación del amor incondicional. En un mundo donde todo tiene su precio, donde hay condiciones para cualquier cosa, surge en contraposición el amor genuino y profundo de una madre.
Sin embargo, mirando a nuestro alrededor, vemos que no todas las madres son incondicionales. Una mujer puede haber traído un hijo al mundo pero no ocuparse de criarlo, no hacerse cargo de su formación. Es más, a terapia acuden muchos hijos de madres crueles a elaborar sus vínculos traumáticos. Por lo tanto, la maternidad no es un estado sino una función, que se puede ejercer o no, como dijo Jacques Lacan.
Generalmente se considera que una mujer sin hijos no pudo desarrollar sus sentimientos maternales, pero no es así. Ella puede convertirse en madre de su propia madre cuando esta llega a la vejez, o puede amar a los hijos de una amiga o a sus sobrinos con el mismo amor.
Si la incondicionalidad solo se encontrara en el vínculo entre una madre biológica y su hijo, no existiría ese acto de amor supremo que es la adopción, que además es recíproca, porque funciona en forma bilateral. El hijo de una madre ausente puede, por ejemplo, buscar el amor maternal en una vecina a la que adopta como madre. Vemos, entonces, que el amor incondicional no depende del lazo biológico sino que va mucho más allá: es una elección.
Y si es una función que elegimos y es independiente del vínculo biológico, entonces cualquier persona a cualquier edad puede sentir amor incondicional: lo encontramos entre un padre y su hijo, en una pareja gay que adopta a un bebé, entre un maestro y su discípulo, en el vínculo con los animales, en la amistad…
Al mismo tiempo, a la hora de recibir amor incondicional, el que alguna vez tuvo la suerte de disfrutar de la compañía de un perro u otra mascota fiel, sintió en carne propia lo que significa la lealtad absoluta y desinteresada.
Para resumir, por un lado, si hablamos de madres, nadie dice que deban ser incondicionales todo el tiempo y cada una hace lo mejor que puede; y, por el otro, la incondicionalidad incluye a la maternidad pero la excede, va mucho más allá: se expresa en otros vínculos y ámbitos con la misma conmovedora intensidad, ternura y dedicación. Esto nos abre las puertas para que todos podamos vivirla, ya que todos podemos ser sujetos y también objetos de amor incondicional.