¿Sentís que en tu familia se rechaza a las personas que no forman parte de ella?
¿Tu familia perdona incondicionalmente todos los errores de sus miembros?
¿Alguna vez sentiste que la familia de tu pareja no te aceptaba?
Las estructuras familiares son muy diversas: podemos encontrar familias cuyos miembros están desconectados entre sí (no por una distancia geográfica, sino afectiva). Pero también están aquellas en las que ocurre todo lo contrario: son las que llamamos clanes.
Toda familia es un clan, pero hoy utilizo este término para nombrar a un tipo específico. ¿Cuáles son sus características?
Los clanes suelen tener un líder que es el vértice de una estructura piramidal. Las generaciones más jóvenes responden a ese patriarca o esa matriarca y le reconocen su jerarquía.
En un clan suele darse una mirada diferenciadora hacia el afuera: se plantea un límite muy claro entre la familia y el resto del mundo, lo cual genera un profundo sentimiento de pertenencia y de cohesión. Esto implica que, por ejemplo, se manejen en bloque: van juntos de vacaciones al mismo lugar o, si alguien se enferma, van todos al hospital a visitarlo. El mandato de “todos para uno y uno para todos” es muy fuerte.
Los valores se manejan de manera diferente según quién los transgreda: por ejemplo, ante una infidelidad, si quien la cometió es alguien que forma parte del anillo periférico familiar (cuñado, yerno, nuera, etcétera), es el malo o la mala de la película. En cambio, si el infiel forma parte del clan (hermano, hija, madre, etcétera), seguramente “la culpa” la tiene su pareja.
La comunicación entre los integrantes es fluida: todos saben siempre dónde están y qué hacen los demás. Puede haber peleas internas, pero hacia afuera siempre dan una imagen de fuerte unión. Si alguien del clan es atacado, todos reaccionan para defenderlo. Por ejemplo, cuando hay un divorcio, la persona que no pertenece por lazos de sangre al clan queda automáticamente excluida: aun cuando sigan sintiendo cariño hacia él o ella, no lo exteriorizan. Siempre se defiende al que pertenece al clan, incluso si la ex pareja fue de algún modo la víctima (por ejemplo, de una estafa económica). A los miembros del clan se les perdona todo.
Otra característica es que celebran en bloque todos los eventos familiares: cumpleaños, aniversarios de bodas, festividades religiosas, actos escolares, etcétera. La presencia de niños es fundamental, porque aseguran la supervivencia familiar: por eso los clanes suelen ser numerosos y tener hijos siempre está bien visto. Quien no los tuvo, se convierte en el padrino o la madrina de todos sus sobrinos.
Como grupo, el clan resulta muy atractivo: desprende un aura glamorosa. Al moverse en bloque, llaman la atención. Además, sus integrantes suelen destacarse en alguna disciplina o ser “personajes” excéntricos y divertidos, con un alto nivel de autoestima.
Muchas veces el ámbito laboral se superpone al familiar: los integrantes del clan tienen negocios en común y trabajan juntos. Muchas veces se incluye a las amistades en la empresa familiar. Con respecto a los empleados, existe una lealtad que va pasando de una generación a la siguiente: por ejemplo, el hijo del capataz de la fábrica reemplaza a su padre cuando este se jubila. También suele ocurrir que el miembro más exitoso del clan es el “gran proveedor”: le da trabajo al resto o les paga los viajes a quienes no tienen dinero para las vacaciones familiares.
Tradicionalmente, para que alguien “de afuera” ingresara a un clan, tenía que ser aceptado por este, o al menos por quien lo lideraba. Los miembros del clan se mostraban inclusivos, pero en el fondo lo consideraban “de segunda”. Eso no significaba que no fuera bienvenido, pero la diferencia se marcaba, ya fuera por la ausencia del lazo de sangre o por temas de nacionalidad, nivel educativo u otro tipo de prejuicios.
En el contexto actual, donde las familias ensambladas son moneda corriente, el clan sobrevive únicamente si logra ampliar sus fronteras para incluir a los integrantes que, en otras épocas, jamás habrían sido aceptados: por ejemplo, la nueva esposa de un hijo, y los hijos que tuvo en un matrimonio anterior. También se incluye a los amigos de hijos y nietos. El clan se amplía y se adapta, pero subsiste gracias a la sensación de pertenencia que genera, más allá de lo permeables que se hayan vuelto sus límites.
El que ingresa a un clan, muchas veces, lo hace por el deseo de pertenecer. Suele tratarse de personas que provienen de familias pequeñas, desmembradas y con carencias afectivas, que buscan en el clan la familia que no tuvieron en su infancia. Cuando por alguna razón (por ejemplo, el fin de una amistad) esa persona se aleja, suele lamentar, más que la ruptura de ese vínculo, el alejamiento de la familia.
¿Cuáles son las desventajas de un clan? En primer lugar, genera un mandato de obediencia: pertenecer implica pagar el precio de hacer lo que el líder determina. Por ejemplo, si un hijo se queda sin trabajo le consiguen uno en la empresa familiar, pero a cambio está obligado a estudiar la carrera que su padre le indique.
Si bien, como ya dijimos, hoy en día los clanes son más permeables que antes, también es cierto que, si alguien que ingresó al clan empieza a destacarse demasiado por cuenta propia en sus actividades, sin depender del resto de la familia y al punto de hacerle sombra, no está bien visto y genera envidias y celos porque el clan lo vive como una amenaza.
El liderazgo en un clan se hereda en función de los logros que enaltecen a sus integrantes: puede ser que el líder inicial haya sido el bisabuelo, que fue el primer inmigrante en el país. Luego asumió ese rol su hijo, que tuvo un rol político importante en la historia nacional; posteriormente el nieto, que fue el que prosperó económicamente, y por último el bisnieto, que es el primero en obtener un título universitario. Más allá de este liderazgo, siempre hay otros roles asignados: por ejemplo, ser el depositario de la memoria familiar y conservar todos los recuerdos, las fotos y los documentos que testimonian la genealogía.
En un ámbito tan compacto, sin embargo, siempre surge alguien que es la “oveja negra”: rompe con ese molde y resquebraja la coraza familiar. ¿Cómo reacciona el clan? Como bloque, se ofende. De todos modos, siempre habrá algunos miembros que, en secreto (por ejemplo, la madre a espaldas del padre), intercederán para hacerla regresar. Si la “oveja negra” está dispuesta a volver, la recibirán con los brazos abiertos… siempre y cuando acepte el mandato de obediencia. Si no está dispuesta a alinearse, no será aceptada y funcionará como un caso ejemplificador para que el resto del clan no siga sus pasos.
Quien se aleja de un clan por voluntad propia es visto como un traidor, y si tiene éxito en su carrera o su trabajo, esos logros no serán valorados por el clan, porque no fueron fruto de su pertenencia.
¿Quiénes recurren a la terapia en el contexto de un clan? Pueden ser personas que quieren apartarse de este, pero no se animan; por ejemplo, alguien que tiene dudas sobre su identidad sexual y está en un clan homofóbico, o alguien que manifiesta disidencias políticas. Las “ovejas negras” que no han sido aceptadas también recurren a la terapia para abordar esta situación. Otro grupo lo constituyen aquellos que han ingresado a un clan pero no tienen lazos de sangre con sus miembros: yernos, nueras, cuñados, amigos cercanos, socios laborales, etcétera. Estas personas pueden recurrir a la terapia porque no se sienten bienvenidas, o porque temen “no estar a la altura” del prestigio del clan.
La terapia ayuda a esclarecer estos fenómenos y a saber qué esperar de la situación en que nos encontramos, según el rol que ocupamos en la estructura: por ejemplo, si alguien entra a un clan al casarse con uno de sus integrantes, sabrá que, si algún día esa pareja no funciona, quedará fuera del clan.
Conocer los códigos de un clan ayuda muchísimo a entender dónde estamos parados, tanto si formamos parte de él desde que nacimos como si ingresamos posteriormente.