Antes de seleccionar, asumir e intentar cumplir nuestros deseos, debemos identificarlos (ver “Seleccionar Nuestros Deseos” y “Asumir Nuestro Deseo”). Esta tarea, la primera de todas, requiere un trabajo de investigación interna.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, nos reveló que no estamos hechos de una sola pieza, sino todo lo contrario: dentro de nosotros coexisten tres fuerzas que siempre están en conflicto entre sí. Son tres instancias que representan intereses muy diferentes. Una de ellas, que él llama el “ello”, es la parte que nos reclama placer puro e inmediato: tengo ganas de comer torta, quiero dormir una siesta, quiero pasar tiempo con mis amigos, quiero irme de viaje.
La segunda fuerza es la que representa el deber: debo pagar las cuentas, tengo que madrugar, mi obligación es ir a trabajar, no debo salir a pasear porque tengo que estudiar. Este es el famoso “super yo” que nos exige sacrificio, cumplimiento de nuestras obligaciones, honestidad y obediencia a la autoridad: se compone de los ejemplos que, en nuestra historia personal, representan los mandatos culturales o familiares, lo que se espera de nosotros y las leyes de convivencia. La existencia del “super yo” garantiza la base del entramado social que, si no, sería el caos.
Estas dos fuerzas son generalmente muy intensas y contrapuestas, es decir, tiran para lados contrarios. La tercera instancia es el “yo”, cuya función es mediar entre los anteriores. Como buen mediador, debe conformar a ambos tiranos. Es el que regula la situación decidiendo cuánto ceder a cada uno. Pero ahí no termina su labor: el “yo”, además de adaptarse a estos dos déspotas (que raramente quedan satisfechos), debe adaptarse a las exigencias de la realidad. Si mi “ello” me impulsa a comprar una bicicleta que me gustó, mi “super yo” me recordará que primero debo cubrir mis gastos fijos. Averiguo el precio de la bicicleta y veo que es muy cara: ese es el freno que me impone la realidad. Entonces, el “yo” tiene distintas opciones: o le hace caso al “super yo” y no la compra, o le hace caso al “ello” y la compra ya. Pueden pensarse opciones intermedias: comprarla en cuotas, o postergar la compra para más adelante.
Vemos que la gama es amplia y cada solución tiene un porcentaje diferente de “ello” y de “super yo”. El “yo” es el único que se vincula con la realidad, por ejemplo, me lleva a pedir una rebaja en el precio o a buscar una bicicleta más barata. Todos nuestros mecanismos de defensa son implementados por el “yo”: se trata de un malabarista creativo que intenta ingeniárselas para conformar a sus tres amos (el “ello”, el “super yo” y la realidad). Su meta es salir airoso de cada situación restableciendo o preservando la armonía general.
¿Qué significa entonces identificar nuestros deseos? Bucear en nuestro interior para determinar con qué intensidad deseamos algo, comparar un deseo con otros, ver si podemos postergarlos o satisfacerlos ya, definir si son deseos individuales o si los compartiremos con los demás. Luego, evaluaremos si el deseo es viable, es decir, si es posible concretarlo en la realidad.