¿Se producen discusiones en tu familia al organizar las fiestas de fin de año?
¿Sentís que te abruma el estrés a fin de año?
¿Viviste hechos traumáticos que coincidieron con las fiestas de fin de año?
El final del año genera siempre sensaciones muy intensas y a veces abrumadoras: todos estamos cansados, estresados, los eventos se multiplican y las tareas por hacer también. Todo esto hace que en el consultorio aparezcan problemáticas muy puntuales en los pacientes relacionadas con estas fechas.
Mucha gente vive las fiestas de fin de año desde su fe religiosa; para estas personas la Navidad es motivo de renacimiento, alegría, esperanza y unión familiar. Pero no todos sienten de esta manera; entonces, aparecen las sensaciones de malestar ante la llegada de las fiestas.
Otro fenómeno es el del consumismo que se genera: la urgencia por comprar regalos, preparar comidas elaboradas y armar grandes mesas para los invitados hace que muchos terminen gastando más de lo habitual o se angustien porque no pueden afrontar esos gastos. Sin embargo, la otra cara de esta moneda es que en estas fechas se multiplica la solidaridad en forma de colectas, donaciones o momentos compartidos con quienes menos tienen.
En otras latitudes los festejos no se acumulan tanto como en nuestro hemisferio, ya que el fin del ciclo escolar o universitario y las vacaciones de verano ocurren en julio. En cambio, en el hemisferio Sur todos estos eventos coinciden en diciembre, así que se suceden las fiestas de egresados (¡incluso de jardín de infantes!), las representaciones o muestras artísticas de los cursos realizados durante el año, los exámenes de los estudiantes secundarios y universitarios, los eventos laborales… El estrés que todo esto genera es moneda corriente en esta época del año.
Con respecto a quienes cumplen años en las fechas de Navidad o Año Nuevo, siempre se sienten de algún modo desplazados, sin posibilidad de ser el centro de atención y recibir el agasajo correspondiente. Esto se extiende también a quienes cumplen años en los meses de verano ya que, al estar de vacaciones la mayoría de sus allegados, no tienen posibilidades de festejar.
Cuando nos han sucedido hechos traumáticos o hemos perdido seres queridos coincidiendo con las fechas de las fiestas, cada aniversario genera sensaciones ambivalentes: vemos que los demás disfrutan y celebran, pero nosotros no podemos acompañar esa alegría.
La gran pregunta que aparece es: ¿con quién pasaremos la Navidad y el Año Nuevo? Los matrimonios suelen acordar pasar una fecha con cada rama de la familia. Cuando ocurre una separación, este tema puede volverse muy traumático porque cada miembro de la ex pareja querrá tener a sus hijos consigo, lo cual genera mucha tirantez. Otra situación dolorosa es la ausencia de uno de los progenitores por desinterés.
Si formamos parte de un grupo familiar, solemos aceptar pasivamente el mandato de sumarnos a reuniones en las que tal vez no nos sintamos cómodos. Es muy común que se generen peleas entre familiares que no se ven nunca durante el año, excepto para las fiestas, y en las reuniones afloran los rencores, los “pases de factura” y las diferencias de opiniones (por ejemplo, por política o fútbol).
El imperativo social es pasar las fiestas felices y en compañía; incluso pareciera que “está mal” no darles importancia o preferir pasarlas en soledad: “¿Cómo vas a quedarte solo? ¡Venite a casa!”. Pero lo importante es preguntarnos honestamente qué queremos hacer, dónde y con quién queremos estar.
Un capítulo aparte lo constituyen quienes tienen que trabajar durante las fiestas. Esto incluye a los que asisten a quienes están celebrando (por ejemplo, camareros o cocineros de restaurantes), quienes transportan a los que viajan (pilotos, azafatas, choferes de micros, personal de cruceros) o quienes tienen que atender las emergencias que siempre se presentan (médicos, enfermeros, choferes de ambulancias, bomberos). Estas personas se ven obligadas a pasar las fiestas en compañía de gente que no es de su familia (compañeros de trabajo, pacientes, etcétera) y tal vez sienten nostalgia por no poder estar con los suyos. Pero también se puede generar un ambiente de camaradería muy especial entre colegas.
Los psicólogos y las psicólogas sabemos que, en esta época del año, tenemos que estar disponibles para muchas consultas; incluso hay personas que, contra lo que podría suponerse, deciden empezar a hacer terapia en los últimos días del año para cumplir con esta asignatura pendiente y sentir que empezarán el nuevo año “encaminadas”.
En síntesis, la mejor manera de transitar las fiestas es tratar de hacer valer lo más posible nuestro más íntimo deseo, aun cuando este sea quedarnos solos en casa comiendo pizza en la cama. Y si disfrutamos de todo lo que la Navidad y el Año Nuevo generan, tampoco sintamos que necesariamente es una cursilería o un exceso consumista; cada cual, dentro de sus posibilidades, puede sentir placer eligiendo un regalito para los chicos o preparando un postre para compartir.