Aunque sepas que sos muy capaz, ¿ignorás los elogios que recibís por eso que hacés
tan bien?
¿Te cuesta ver en otras personas las señales que indican lo que sienten por vos?
¿Te cuesta dar a los demás señales de lo que opinás o sentís por ellos?
En un texto anterior, “Interpretar las señales (1)”, abordamos este tema considerando
las señales que nos anticipan acontecimientos conflictivos. Pero hay muchas señales
que nos indican la existencia de algo positivo, como puede ser un amor, un talento,
una vocación. Es decir, que no son señales de conflicto.
Si observamos en una niña gran capacidad para dibujar, al punto de que cada vez que
quiere explicar algo recurre al lápiz y al papel, esta señal nos advierte que
posiblemente exista en ella un talento artístico. Otro ejemplo: si un nene, desde muy
temprana edad, se interesa por los planetas y el cosmos, tal vez estemos frente a un
futuro astrónomo. Son señales que no necesariamente se detectan en la escuela sino
que surgen en el hogar y merecen ser estimuladas.
En la vida adulta, cuando alguien tiene una capacidad o un talento que no reconoce o
no puede aprovechar pero los demás sí aprecian, las señales positivas apuntan a que
esa persona cultive y desarrolle ese talento: los elogios, los pedidos para que
persevere, para que no abandone la práctica, son señales de que ese talento (ya sea
escribir, bailar, cantar, etcétera) es un tesoro y no debe perderse.
En el ámbito de los vínculos, todos podemos detectar las señales que indican que una
persona siente atracción por otra: la mirada es una señal muy poderosa en ese
sentido. Otros ejemplos: el ruborizarse, la torpeza en los movimientos, un tono de voz
más seductor (o un repentino tartamudeo nervioso). Estas señales, a veces, nos
sorprenden a nosotros mismos: pueden aparecer en situaciones inesperadas, por
ejemplo ante una persona que no es nuestra pareja actual.
Otro tipo de señales son las que actúan como elemento fundante: son las que nos
indican que no volveremos a ser los mismos después de determinada experiencia. Son
las señales que nos cambian para siempre: puede ser desde algo aparentemente
simple (como la lectura de cierto libro o el abrazo de un amigo tras un reencuentro),
hasta el nacimiento de un hijo. Son señales de una nueva etapa en nuestra vida, de la
que no habrá retorno.
¿Puede haber señales positivas durante un tratamiento psicoterapéutico? Claro que sí:
por ejemplo, si al salir de una sesión nos sentimos mejor, aunque el conflicto aún no se
haya resuelto, esa es señal de que el tratamiento está funcionando. Otra señal positiva
es tener ganas de volver, o apurarse para llegar temprano, o que la sesión “nos quede
corta” porque hubiésemos querido seguir hablando. También es una buena señal
cuando, entre una sesión y la siguiente, recordamos un tema trabajado y aplicamos lo
que elaboramos a una situación específica. O bien, que pensemos en temas para tratar
en las próximas sesiones. Cuando ya pasaron muchos años luego de finalizada una
terapia, una señal positiva es recordar con cariño y agradecimiento al terapeuta: hay
terapias que salvan vidas y, a veces, esto no se reconoce en el momento en que
sucede, sino más adelante en el tiempo.
Hay personas a las que les cuesta expresarse con palabras, pero aún así brindan
señales a través de sus actos. En las relaciones de pareja es muy importante detectar
qué acciones funcionan como señales: por ejemplo, la persona que, tras una disputa
conyugal, repara un objeto que se rompió y que su pareja atesora, está dando una
“pista” de su deseo de reconciliarse.
Así como es importante interpretar las señales que anticipan conflictos para poder
prevenirlos, es fundamental tener en cuenta las señales positivas para encaminarnos
hacia una mejor versión de nosotros mismos, concretar nuestros logros y profundizar
nuestros vínculos.