¿Hacés un balance de tus logros a fin de año?
¿Te fijás metas demasiado ambiciosas al empezar el año?
¿Te cuesta priorizar tus planes para el próximo año?
¿Sabés distinguir en cuáles de tus metas futuras necesitarás ayuda?
Si bien es cierto que cualquier época del año es propicia para empezar una nueva etapa, generalmente hacemos anclaje en determinadas fechas como nuestro cumpleaños o el año nuevo que nos indica el calendario. Son momentos de balance, en los que solemos mirar hacia atrás para hacer una evaluación de nuestros logros y también para detectar aquello que nos quedó pendiente y queremos iniciar o completar. Y luego miramos hacia adelante proponiéndonos nuevas metas.
Es muy importante tener una mirada optimista que realce y valore todo aquello que sí hemos hecho hasta ahora, para poder apoyarnos en ese terreno firme y tomar impulso para avanzar. Este enfoque implica además no calificar como fracaso lo no realizado, ya que lo postergado no es un abandono: a veces las postergaciones se deben a que surgen en forma imprevista nuevas prioridades que atender, y está bien que así sea. Otras veces, sucede que nos fijamos metas difíciles de cumplir en el tiempo y de la forma en que pensamos originariamente. Cuando avistamos desde un barco el puerto de una ciudad, siempre parece estar más cerca de lo que realmente está: calculamos mal la distancia. Pero eso no significa que la ciudad no esté allí, ni que jamás vayamos a llegar. Lo mismo sucede con nuestras metas: pueden requerir una mayor dosis de paciencia y la posibilidad de recalcular tiempos.
También puede ocurrir que nos empecinemos en lograr una meta que, una vez alcanzada, nos decepciona totalmente. Es como la ilusión óptica de un oasis inexistente. En estos casos, tampoco debe vivirse como una equivocación; aun este tipo de descubrimientos implica un progreso, porque nos permite generar objetivos reformulados. Por ejemplo, una adolescente puede desear que el chico más popular de la clase la invite a salir pero, cuando finalmente se produce la cita, se desiluciona al comprobar que él es muy aburrido o que no tienen nada en común. Esto, que parece una derrota, es un avance porque ella aprende que no le basta con la atracción física sino que además necesita alguien con quien tener un buen diálogo. Entonces, buscará relacionarse con otra clase de chicos y habrá dado un paso más en su autoconocimiento.
Las metas, además, deben ser compatibles entre sí: no puedo planear mi casamiento aquí y, al mismo tiempo, solicitar una beca para estudiar en el exterior. En estos casos, es necesario priorizar y seleccionar.
Al trazar nuestros planes, existen dos tipos de factores a tener en cuenta: los que dependen de nosotros y los que no. Por un lado debemos disponernos a hacer los sacrificios necesarios para lograr lo que queremos y confiar en que los factores externos se combinarán a nuestro favor. Pero, por el otro, también debemos saber que pueden surgir factores que no solo no nos ayuden sino que nos frenen planteando dificultades. Podemos compararlo con lo que suele suceder cuando nos dirigimos a un lugar: imaginamos que nos tomamos el colectivo que nos llevará en forma ininterrumpida a nuestro destino. Pero no tenemos en cuenta los obstáculos: embotellamientos, desvíos, demoras en las paradas, huelgas de transporte, entre muchos otros. Entonces, una actitud realista es salir con antelación para llegar puntuales. De la misma manera, cuando las metas no llegan puntualmente a nuestra vida no significa que no vayan a cumplirse, solo que están demoradas por inconvenientes que no podemos controlar ni evitar y ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación a los imprevistos. Saber amoldarnos nos permitirá hacer frente con calma a los impedimentos cuando se produzcan.
Si queremos empezar o retomar un proyecto este año, podemos aplicar algunas estrategias: por ejemplo, podemos distribuir de forma pareja a lo largo del año las tareas a realizar y fijarnos fechas “de vencimiento” concretas y accesibles para empezar y finalizar el proyecto. También podemos buscar apoyo y colaboración en personas de nuestro entorno que estén dispuestas a acompañarnos y aconsejarnos; por ejemplo, si queremos hacer actividad física pero nos cuesta hacer gimnasia, hacerlo con una amiga o un amigo nos va a resultar más fácil. Otra estrategia consiste en intercalar las tareas de nuestro proyecto con las cotidianas, optimizando el tiempo libre que nos dejan y fijándonos metas pequeñas que se puedan cumplir en esos lapsos.
Y, sobre todo, es importante que podamos seguir sosteniendo y disfrutando durante este año las metas que ya logramos sin descuidarlas para cumplir las nuevas. Por ejemplo, si el año pasado dejé de fumar pero este año me embarqué en un proyecto muy estresante, debo cuidar mi nuevo plan no sabotee el logro anterior y me haga retomar el hábito del cigarrillo con la excusa de combatir el estrés.
Por último, démonos permiso para que en algún momento la vida decida por nosotros: tal vez lo que no se concrete adquiera un sentido para nosotros más adelante o, incluso, nos abra la puerta hacia posibilidades nuevas que no se nos habían ocurrido.