¿Te sentís culpable cuando no estás haciendo nada?
¿Te parece que descansar es perder el tiempo?
¿Sentís que siempre tenés que estar en actividad?
El ocio es un tema que se ha abordado en muchos libros de autoayuda. Algunos elogian la lentitud, otros hablan sobre la importancia de no hacer nada. Todos tenemos incorporada la idea de que cada uno de nosotros puede y debe tener momentos de ocio (en los fines de semana, por ejemplo). El ocio pasa entonces a convertirse en una actividad más en nuestra agenda, acotada, pautada y a veces hasta obligatoria.
Podemos establecer un paralelismo con el descanso: todos sabemos que es necesario dormir una determinada cantidad de horas. Tanto para el ocio como para el sueño, la creencia generalizada es, entonces, que “un poco está bien”, pero el exceso está mal visto: se cree que dormir o descansar más de lo “aceptado” es sinónimo de vagancia. Si me levanto tarde, pienso que no aproveché la mañana; si duermo una siesta, siento que perdí toda la tarde.
Sin embargo, el inconsciente no se “apaga” cuando descansamos. Nuestro sistema nervioso autónomo controla las funciones de nuestros órganos internos (por ejemplo, los pulmones o el sistema digestivo) sin que nosotros tengamos que esforzarnos por hacerlo. De la misma manera funciona nuestro inconsciente: durante el sueño seguimos “trabajando”. De hecho, está probado que, para los estudiantes, es más beneficioso irse a dormir antes del examen que quedarse toda la noche en vela repasando. Durante el sueño, el insconciente seguirá procesando los conocimientos aprendidos; es decir, que dormir no será una pérdida de tiempo, sino un recurso para potenciar las capacidades.
También ante el ocio y el descanso suele surgir la culpa: no podemos permitirnos estar sin hacer nada porque nos sentimos culpables de no estar haciendo lo que “deberíamos”. Además, está la creencia de que siempre tenemos que estar haciendo algo, aunque ese algo sea simplemente chequear las redes sociales. Pero si aprendemos a desconectarnos por un rato, nos conectaremos con las ideas y las emociones que están esperándonos para manifestarse y a las que no les damos espacio por las tareas cotidianas. ¿Quién sabe si a lo mejor aparece el argumento para una novela, o un invento revolucionario? Quitando la culpa, emergen las grandes ideas y las profundas verdades.
Entonces, el ocio y el sueño nunca son sinónimo de vagancia. Podemos estar en una reposera tomando sol y, sin embargo, estar muy activos: nuestra mente, libre de las obligaciones, puede concentrarse mejor en otros temas que tal vez estamos dejando de lado. Así tendremos más claridad para pensarlos y, tal vez, encontrar soluciones.
Los artistas suelen ser quienes tienen más claras las posibilidades creativas que ofrece el ocio; el prejuicio suele tildarlos de “vagos”, cuando en realidad aprovechan sus capacidades de otra manera. Muchos artistas pasan por épocas de abundante producción y otras en las que parece que “no están haciendo nada”; en esos momentos es cuando están preparándose mentalmente para una nueva etapa productiva.
Evitemos pensar que el ocio frena o nos desvía de nuestro avance en la concreción de nuestras metas. Distraerse y divertirse también es avanzar; por ejemplo, grandes ideas han surgido a partir de situaciones de juego, entonces ¿por qué pensar que jugar es “perder el tiempo”? Estar sentados sin hacer nada, aunque parezca mentira, también puede ser generador de ideas productivas: probablemente la idea de los deliverys de comida haya surgido de alguien que disfrutaba de no hacer nada e imaginó un sistema para que la comida llegara lista a su casa sin tener que levantarse de su sillón.
La terapia es un ámbito propicio para manejar temas relacionados con el ocio y el descanso porque nos va a ayudar a personalizarlos y adaptarlos a nuestras necesidades reales, despojadas de los prejuicios y de las costumbres de nuestro entorno.