AMAR A NUESTRAS MASCOTAS
A medida que se acrecienta la conciencia ecológica de la humanidad, muchas personas se dedican activamente a defender los derechos de los animales y combatir las diversas formas de maltrato hacia ellos (por ejemplo, prácticas como las corridas de toros, las riñas de gallos o la explotación de animales en los circos). Desde acciones individuales, como el rescate de perros o gatos abandonados, hasta institucionales desde diversas ONG, o los nuevos formatos de los parques zoológicos (que plantean una política más proteccionista y una exhibición de las especies sin encerrarlas), la relación que entablamos con los animales ha cambiado enormemente en los últimos años. Esto también se ve en la adhesión cada vez más amplia al vegetarianismo o el veganismo como forma de vida, eliminando total o parcialmente el consumo de carne y otros productos de origen animal.
Esta nueva manera de relacionarnos con los animales se manifiesta especialmente cuando se trata de aquellos que viven con nosotros, sobre todo entre quienes habitamos en ciudades (porque en el campo el vínculo es diferente). Las mascotas se integran a nuestra vida como un miembro más de la familia. Tanto es así, que el duelo por la muerte de una mascota se asemeja al de cualquier otro integrante humano del grupo familiar.
Existen historias asombrosas y conmovedoras no solo de la convivencia entre humanos y sus mascotas, sino también de la relación entre mascotas de distintas especies, incluso de aquellas que supuestamente no se llevan bien entre sí (como los perros y los gatos). Muchas películas recrean estas relaciones de afecto y de lealtad mutua.
Hay personas que eligen mascotas poco convencionales, como reptiles o roedores. Por otro lado, algunas especies animales han dejado de considerarse para tener en hogares urbanos, sobre todo las aves.
En terapia, el tema de los animales adquiere una relevancia igual a la de cualquier otro de los que suelen tratarse. Por eso los analistas, además de recordar los nombres de los allegados de sus pacientes, deben también memorizar los nombres de las mascotas, que siempre aparecen en el discurso. Se manifiestan los mismos conflictos que en la relación entre humanos: la disputa, la negación, la sobreprotección, etcétera. Por ejemplo, ante un divorcio suele presentarse el conflicto de quién se quedará con la “custodia” de la mascota. A veces ocurre que los animales cumplen el rol de hijos y pueden obstaculizar o reemplazar la llegada de estos. Hay familias que no se permiten viajar, por no querer dejar a sus animales con otras personas mientras no están. Cuando no queda más remedio que entregar en adopción a una mascota por una mudanza o por falta de espacio, las personas pueden vivir la situación con mucho dolor, como si estuvieran traicionando al animal. Incluso ocurre que llegan pacientes a la sesión con un animalito que acaban de rescatar en la calle y piden entrar con él al consultorio. Y también, a la inversa, hay terapeutas que atienden con la presencia de sus propias mascotas; esto, en la mayoría de los casos, ayuda a romper el hielo inicial de un tratamiento porque se convierte en el primer tema de conversación.
Cuando los hijos crecen a la par de las mascotas, se genera entre ellos un lazo de extrema confianza mutua. También para las personas mayores, sobre todo cuando viven solas, la presencia de un animalito es una gran compañía. Llegamos a veces a “humanizarlos” a tal punto que elegimos para ellos nombres de personas, o les hablamos como si pudieran respondernos. Todos atesoramos el recuerdo de alguna mascota, propia o ajena, que nos ha marcado con su afecto incondicional y su inteligencia.
Ante cuadros psicopatológicos graves, como por ejemplo la depresión, se ha demostrado que la influencia de los animales resulta enormemente beneficiosa. Hay terapias especiales que los incorporan, por ejemplo la equinoterapia para tratar a niños con autismo. Pero también en caso de no existir patologías, la relación siempre genera sentimientos positivos, a cualquier edad.
Cuando lo que sentimos por los animales con los que convivimos es tan profundo, no debemos avergonzarnos como si fuese una exageración, ni tratar de disimular para que nuestros allegados no nos ridiculicen. Los vínculos con las mascotas son tan genuinos y sólidos como aquellos que entablamos con humanos (a veces, incluso más). Y es válido tratar en terapia cualquier situación que se presente relacionada con nuestros amigos animales. Ellos lo merecen.