Todo depende de la mirada
Hace poco se celebró en Argentina el Día de los Abuelos. Un paciente me trajo la siguiente anécdota que vivió con su nieto Salvador, de 5 años. El nene era, hasta hace poco, hincha de Boca como su papá; pero ahora se cambió a River, como un amiguito del jardín y como su abuelo. Por eso, mi paciente decidió inmediatamente llevarlo a la cancha para asistir a un partido.
En el siguiente almuerzo familiar, Salvador relató muy contento la experiencia y dijo: “¡El ‘abito’ (abuelo) es muy famoso! En la cancha todos lo saludaban, le sonreían, nos dejaban pasar primero y nos ayudaban”.
Yo sé que mi paciente, médico kinesiólogo y dueño de una clínica, es muy conocido y querido en su ámbito profesional. Además, concurre con frecuencia a la cancha a ver a River. Por eso, el comentario no me llamó mucho la atención. “¡Claro!”, le dije, “eso es porque a vos te quiere y respeta mucha gente”. Con sorpresa, vi que a los ojos de José María asomaban lágrimas. Me respondió: “No, Diana, es por esto”, y señaló la silla de ruedas motorizada con la que se traslada a todas partes desde hace muchos años.
Entonces entendí: todas las atenciones y sonrisas que recibía mi paciente en la cancha eran por su condición. Pero el nene, que estando de pie quedaba a la misma altura de su abuelo sentado, sintió que las recibía también. En ningún momento percibió en su ‘abito’ discapacidad, sino fortaleza.
Tan natural es la situación para Salvador, que mi paciente lo reflejó con otra anécdota. Una vez, la abuela le dijo: “Salvi, ¿lo cuidás al ‘abito’ un rato mientras yo voy al baño?”. A lo que el nene respondió: “¡Pero si el ‘abito’ es grande! Sabe cuidarse solo, no hace falta que yo lo cuide”. Para él, ser “grande” es sinónimo de ser fuerte y autosuficiente. La silla de ruedas no le resta ninguna de esas cualidades a su abuelo.
Mi paciente se tomó los comentarios del nene con mucho humor. Él mismo vive su situación con naturalidad, pero la anécdota le cambió la manera de verla y vivirla, así que una respuesta tan inocente terminó siendo liberadora: ahora José María resignifica la ayuda que recibe recordando, con una sonrisa, que es porque él “ahora es famoso”.